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Una solución sostenible y alternativa frente a la crisis del petróleo

El motor de desarrollo de la industria petrolera hizo que varios países tuvieran una bonanza que los posicionó como economías emergentes y – hasta cierto punto- sólidas. En un momento, Colombia llegó a producir cerca de un millón de barriles diarios de petróleo y el Gobierno empezó a generar una dependencia sobre el rendimiento de empresas como Ecopetrol. Con el precio del barril sobre los 100 dólares y las acciones de la bolsa con un nivel promisorio, el gasto público aumentó de manera considerable hasta rozar los límites del derroche.

Hay una tendencia propia de los diferentes gobiernos colombianos – tanto de izquierdas como derechas – que consiste en gastar descontroladamente los recursos que se generan en “épocas de vacas gordas”. Sin embargo, la economía es una de las cosas más volátiles y cambiantes y en cualquier momento puede cambiar drásticamente el tablero de juego. El desequilibrio entre la oferta y la demanda del llamado “oro negro” hizo que su precio llegara a ubicarse sobre los 50 dólares el barril en varios momentos entre 2014 y 2015, lo que significa una inminente reducción de los beneficios del sector petrolero.

En términos económicos, el motor que empujaba al país – por lo menos uno de los más activos y determinantes- está empezando a tener fallas. Esto debería llamar la atención tanto del Gobierno, como del sector productivo, industrial y la ciudadanía en su conjunto sobre una cuestión muy simple: ¿debemos insistir tercamente en la extracción petrolera como única fuente de ingresos? O, por el contrario ¿debemos buscar diversificar las actividades económicas que realizamos para no depender únicamente de un sector tan inestable?

En el mundo cada vez son más los países que entienden la crisis del petróleo como una oportunidad para buscar distintas fuentes de desarrollo alternativas. A Colombia aún le cuesta dejar la dependencia del mineral que en los últimos años ha significado el ingreso más seguro en las arcas gubernamentales. Mientras tanto, nos repiten que será necesario recurrir a la controvertida práctica del fraccionamiento hidráulico o fracking con el fin de garantizar la estabilidad financiera del país.

Se equivoca el gobierno pensando que el fracking será la salvación de la economía nacional. Países como Reino Unido, Suiza, Sudáfrica y Alemania ya hanprohibido esta práctica de extracción de petróleo porque atenta de manera directa contra el medio ambiente. Bajo este mismo argumento han aumentado en Estados Unidos los territorios en que el fracking se ha prohibido porque contamina las fuentes hídricas y causa un daño irreparable en la naturaleza. Se calcula que con el proceso de fractura de un pozo se utilizan entre 10.000 y 30.000 metros cúbicos de agua, utilizando además sustancias tóxicas y cancerígenas.

En estos momentos que la economía nacional empieza a tener algo de incertidumbre, es necesario tomar un camino que sea efectivo en términos de generación de recursos, pero sostenible ambientalmente. No existe desarrollo cuando se pone en jaque la naturaleza. Es allí donde nace una solución muy rentable económicamente y amigable con los recursos naturales: el turismo, una industria sin chimeneas.

Cada vez son más las ciudades en el mundo que son concientes del potencial del turismo y lo incentivan activamente. No en vano la industria de los viajes y el turismo es la tercera más grande del mundo y genera más de 170 millones de empleos directos en el mundo. Incluso en algunos países europeos aporta hasta el 20% del PIB. Mientras los pronósticos más optimistas prevén que las reservas de petróleo durarán hasta el año 2050, se calcula que para el año 2020 habrá cerca de 328 millones de puestos de trabajo del sector turismo. Esto debería ser un mensaje lo suficientemente claro para que sirviera de orientación en materia de política pública para preparar al país competitivamente como destino turístico a nivel internacional. El componente de conservación y cuidado de los recursos naturales no es un asunto de segundo plano dentro del contexto del desarrollo turístico. De hecho, con el turismo se crea un círculo de conservación, puesto que los recursos económicos que se generan contribuyen en la mitigación del daño ambiental. Por ejemplo, con el turismo ecológico se promueve el cuidado de zonas de riqueza natural y se despierta conciencia al tiempo que se desarrollan proyectos de emprendimiento. Como beneficios “colaterales” se fomenta el cuidado del patrimonio histórico, los valores culturales, arquitectura y demás.

Se ha ganado el nombre de “industria sin chimeneas” porque precisamente el turismo reconoce la necesidad del cuidado ambiental dentro del desarrollo. Es un actor económico saludable en el mercado porque compite con la idea tradicional de que sólo se generan recursos con grandes industrias contaminantes. Sería muy oportuna una apuesta total por el turismo como motor de progreso que cada vez funciona con más Colombia podría posicionarse como un escenario muy atractivo para diferentes mercados, como el turismo empresarial, medicinal, cultural y académico. Lo más importante de todo, es que no sería a costa de la naturaleza.

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