Entre enero y mayo, la caída repentina y rápida de las llegadas de turistas costó, según estimaciones, 320.000 millones de dólares. Es una cifra que triplica a la del impacto en nuestro sector de la Gran Recesión de 2007-2009, y eso solo para los cinco primeros meses del año.
La reapertura de las fronteras al turismo ha sido recibida con alivio por millones de personas que dependen de nuestro sector. Pero no es suficiente, especialmente a la luz de los anuncios y medidas recientes que parecen alejarse cada vez más de esa coordinación internacional que la OMT lleva pidiendo desde que eclosionó la pandemia.
En estos tiempos inciertos, los ciudadanos de todo el mundo necesitan mensajes firmes, claros y coherentes. Lo que no necesitan son movimientos políticos que olviden el hecho de que solo unidos podremos ser más fuertes y superar los retos que afrontamos.
Aquellos que ocupan puestos de liderazgo e influencia han reconocido la importancia del turismo para el empleo, la economía y el restablecimiento de la confianza. Es solo el primer paso. Ahora, deben hacer todo lo posible por lograr que la gente viaje de nuevo, siguiendo y aplicando todos los protocolos que forman parte de la nueva realidad.
Como ha dicho la OMT desde el inicio de la crisis, los Gobiernos tienen el deber de anteponer la salud de sus ciudadanos. Sin embargo, tienen también la responsabilidad de proteger la actividad empresarial y el empleo. Durante demasiado tiempo, y en demasiados lugares, la balanza se ha decantado claramente por lo primero. Y ahora estamos pagando el precio.
No tiene que ser así. Como sector, el turismo tiene una larga trayectoria demostrando su capacidad de adaptarse y hacer frente a los retos.
En las últimas semanas, el turismo mundial ha liderado el camino para encontrar y aplicar soluciones que nos ayuden a adaptarnos a la nueva realidad mientras esperamos una vacuna que aún podría tardar muchos meses en llegar. La realización de pruebas rápidas y rigurosas en puertos y aeropuertos, y las aplicaciones de detección y rastreo tienen potencial para impulsar el reinicio seguro del turismo, partiendo de la curva de aprendizaje de las personas y las sociedades durante estos difíciles meses pasados.
Son soluciones que han de incorporarse plenamente, y no solo explorarse con cautela. Un retraso sería una catástrofe y pondría en riesgo todo el progreso alcanzado para convertir el turismo en verdadero pilar del desarrollo sostenible e inclusivo.
Además, serán los miembros más vulnerables de nuestras sociedades los que se verán más duramente golpeados, mientras que los más protegidos de las consecuencias económicas y sociales de la parálisis turística instan a una continua cautela.
Las medidas unilaterales y cortoplacistas tendrán consecuencias devastadoras a largo plazo. En todas partes, la ciudadanía ha aprendido ya a conducirse de manera responsable. Las empresas y los servicios han instaurado protocolos y han adaptado sus actividades. Ahora, es el momento de tomar las decisiones políticas necesarias a fin de cerrar las brechas para que podamos avanzar todos juntos.
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