El hecho es un divisor de aguas en la historia de la industria del Turismo en el país y apunta a una tendencia que debe ocurrir aquí con otros aeropuertos. Brasil necesita ejercer su vocación de líder continental, manteniéndose no sólo como el mayor, sino también como el principal centro de operaciones en América Latina, y que estaba en riesgo, si no hubiera una acción catalizadora que le permitiera salir del letargo que hemos sido testigos. El gobierno tiene que regular, supervisar y garantizar la competitividad; y a la empresa privada le corresponde planificar, ejecutar, mantener, crecer, innovar, competir.
Los datos actuales, bien como las perspectivas de futuro son claras: el punto de inflexión es ahora; o mejor, ¡fue ayer! Según IATA, Brasil será el tercer mayor mercado interno del mundo ya en 2017, sólo superado por China y EE.UU. La economía ya estuvo mejor, pero nada indica que va a ponerse difícil; es decir, vamos a tener un crecimiento, y cada vez más, nuevos usuarios de transporte aéreo entrarán en el mercado. Los estudios recientes encargados por Amadeus indicaron que en la segunda mitad de esta década vamos a tener fenómenos sociales y demográficos, entre los que podemos mencionar una población de “mejor edad”, mucho más numerosa, más activa, disponible y con dinero para viajar por el mundo.
Los aeropuertos tienen que formar parte de una experiencia agradable, amigable con los viajeros. Serán verdaderas mini ciudades, donde una sociedad propia deberá girar alrededor del tema “viaje”.
¿Y qué tiene esto que ver con nuestro tema? ¡Todo! La tecnología tiene un papel fundamental en esta nueva cara del Aeropuerto del Futuro. Es parecido cuando compramos un teléfono inteligente con pantalla gráfica impecable, de diseño moderno, pero sin las aplicaciones que aportan valor para el usuario; igualmente los aeropuertos suntuosos, espaciosos, con un diseño audaz y todo lo demás, no tienen ningún valor si no traen realmente una experiencia única para el usuario, sea él un ejecutivo que viaja el 80% del tiempo, hasta una abuela que viaja en avión por primera vez para conocer a su nietito y no tiene la mínima idea de los procedimientos al entrar en un aeropuerto.
La tecnología bien aplicada será el vector de esta experiencia tan soñada por el usuario del futuro. Lo que se observa hoy son innovaciones interesantes en los diversos “puntos de contacto”, que son momentos en los cuales los usuarios son sometidos a algún control, verificación o acción (acceso a la terminal correcta, check-in, inmigración, seguridad, compras, embarque, etc.); sin embargo, falta algo: la interoperabilidad entre los proveedores de tales servicios. No se comparten informaciones en el nivel que deberíamos tener, entre aeropuertos, aerolíneas, servicios aeroportuarios, órganos de seguridad, control del espacio aéreo, etc. Por ejemplo: ¿por qué los sensores de localización no pueden avisar a los agentes de una aerolínea que el vuelo de determinado pasajero ya se encuentra en el terminal X del aeropuerto? ¿Por qué los mensajes Push (teléfono Smartphone) no pueden ser enviados inmediatamente si el número de puerta o de terminal cambia? ¿Por qué no se pueden enviar mensajes inmediatos para avisar sobre la pérdida de un equipaje, en lugar de dejar al viajero esperando por sus maletas que nunca llegarán? ¿Y qué tal permitir que el Freeshop envíe promociones personalizadas para los pasajeros frecuentes con ofertas basadas en el gusto y preferencias ya conocidas, de ese cliente? ¿O, configurar el sistema de pasajeros para ofrecer automáticamente un voucher para el servicio de Spa del aeropuerto, porque su vuelo se atrasó, fue cancelado, o porque en su último viaje realizado 3 meses atrás fue registrado que su equipaje fue extraviado?
Todo esto por no hablar de las innovaciones de carácter más operacional, tales como algoritmos avanzados para la asignación de recursos como, puertas de embarque, fingers, e incluso mejoras logísticas, pista de aterrizaje / despegue que pueden evitar el enorme costo de construcción de nuevas pistas.
Resumiendo, en este momento, los agentes de la industria de aviación en todo el mundo están trabajando en este escenario de un futuro próximo; los viajeros optarán por rutas donde tendrán la mejor experiencia en tierra; las aerolíneas pasarán sus vuelos para aeropuertos más agradables, eficientes, confortables; consecuentemente, minoristas de todos los tipos también van a querer estar allí, y pagar una “tarifa premio” por eso; el resto de la historia queda por cuenta de su imaginación. Y entonces, ¿quién dará el primer paso, antes que otro lo haga?
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