El consumo de experiencias únicas -como un concierto o un viaje de vacaciones- produce mayor felicidad que la compra de objetos físicos, por más perdurables que estos sean, lo que derriba el mito de que las cosas que duran más nos harán feliz por más tiempo.
Thomas Gilovich, profesor de Psicología de la Universidad Cornell, en Nueva York, explica este fenómeno con una premisa bastante simple: uno de los principales enemigos de la felicidad es la costumbre o adaptación. Esto declara Gilovich a la revista FastCompany
“Compramos objetos que nos hacen felices y lo logramos, pero esto solo dura un tiempo. Las cosas nuevas son emocionantes en un primer momento, pero luego nos adaptamos a ellas”.
Gilovich, quien lleva más de dos décadas estudiando la relación entre la felicidad y el dinero, asegura que seremos más felices gastando en experiencias particulares, como exhibiciones o viajes, pues estas son intensas e incluso mejoran con el recuerdo. En cambio, la satisfacción por los objetos siempre disminuye.
“Por más que nos gusten mucho los objetos que nos rodean, estos siempre estarán separados de nosotros”, explica Gilovich. “En cambio, las experiencias sí forman parte de nuestro ser. Los seres humanos estamos hechos de experiencias”.
Incluso, muchas malas experiencias suelen cambiar con el tiempo y convertirse en anécdotas divertidas para contar, experiencias inolvidables y valiosas, al fin y al cabo. Además, conectamos mejor con personas con las que compartimos experiencias, y menos con aquellas con las que compartimos un simple objeto.
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