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Ese pequeño dato irrelevante

Desde el precio del café del desayuno hasta la presión arterial que disminuye por la noche: dejamos tras nosotros un rastro infinito de informaciones que hablan de nuestros hábitos, nuestras preferencias, nuestras obligaciones y nuestros gustos.Estamos hechos de detalles a priori insignificantes pero, al fin y al cabo, no hay definición más acertada de uno mismo que la suma de todos ellos. Por eso la recogida y el análisis del dato se está convirtiendo en un pilar fundamental en la estrategia de las empresas, y el denominado ‘big data’, es decir, ese volumen ingente de informaciones desestructuradas, diversas, dispersas y a menudo tangenciales al objeto de negocio de la empresa, comienza a ser un tema recurrente en las agendas .La explotación de los datos, por otro lado, no es nada nuevo; sustenta las áreas de marketing e inteligencia de mercado de todas las compañías. En el sector de los viajes, sin ir más lejos, las aerolíneas fueron las pioneras implantando sistemas de ‘pricing’ y programas de fidelización que se basan precisamente en el estudio del comportamiento de los pasajeros. Con el ‘big data’, sin embargo, se abre una nueva dimensión en torno al valor de la información. Una dimensión que tendrá su reflejo en la mejora de los procesos, en el desarrollo de la investigación y en la creación de nuevos productos y servicios perfectamente adaptados a las rutinas, preferencias y necesidades de los clientes .Y no se imaginan hasta qué punto. El análisis pormenorizado del rastro que deja el viajero de negocios puede hacer que los distintos actores de la cadena del viaje intervengan en momentos impensables, mejorando ostensiblemente la experiencia del individuo que se desplaza.

En algún caso, bastará con confirmar nuestra asistencia a determinada convención o congreso para que se ponga en marcha la maquinaria del ‘big data’. Nuestra aplicación de viajes seleccionará de forma automática el vuelo, el alojamiento y el coche de alquiler más indicado de acuerdo con la fecha y el lugar del evento. Bastará con un botón para aceptar o modificar una propuesta que, evidentemente, habrá tenido en cuenta de antemano nuestras preferencias.

Ahí no acaba todo. ¿Se ha registrado en el congreso algún colega o alguno de los contactos de nuestra red? ¿Por qué no una cena con ellos a nuestra llegada? Nuestro dispositivo móvil nos sugerirá enviarles una convocatoria y reservará por nosotros en el restaurante italiano más popular de la zona. La decisión siempre será acertada: después de todo nadie como nuestro propio historial de comportamiento conoce nuestra cocina favorita y el intervalo de precio en que nos movemos habitualmente…

Parece ciencia ficción y, sin embargo, tecnológicamente nada de lo que les comento está ya lejos. El dato existe; solo necesitamos procesarlo, estructurarlo y buscar las alianzas oportunas por insospechadas que parezcan, ya que es la puesta en común y el cruce de la información de muy distintas empresas lo que nos permite utilizarla con sentido.

La compañía de alquiler de coches ya sabe a qué temperatura ponemos habitualmente el climatizador y el hotel conoce qué intensidad de luz es la que preferimos al entrar en nuestra habitación. Entregar el coche a la temperatura deseada y situar las luces a la intensidad correcta es el siguiente paso. Los límites están en la creatividad y, por supuesto, en un buen uso de una información personal que, muy probablemente, el viajero estará dispuesto a ceder a cambio de las ventajas que ello le suponga.

Habrá, pues, que prestar atención a ese dato irrelevante, a ese gesto tan frecuente como desapercibido, porque a partir de ahora será esa información la que marque la diferencia entre el puro y simple viaje de negocios y una experiencia verdaderamente notable.

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