Si bien la necesidad de contar con soluciones tecnológicas es particularmente importante en las ciudades, donde la contaminación, la falta de agua y otros efectos ambientales negativos son más pronunciados, los sitios pequeños, rodeados de naturaleza, no escapan a esta situación planetaria.
Por lo demás, y en este contexto, sería una contradicción que el turismo de naturaleza, que pregona el respeto por la vida en todas sus formas, no tuviera en cuenta el uso de tecnología de bajo impacto ambiental. Más allá de la moda de los ecolodges y la tecnología “limpia” (solar, eólica, etc.), hoy en día la preservación del ambiente es parte indisoluble de cualquier proyecto turístico, más aún, obviamente, si se trata de turismo de naturaleza.
Con frecuencia, los alojamientos ecológicos ponen el énfasis en los sistemas de alimentación de agua, energía eléctrica, tratamiento de efluentes, etc., procurando ahorrar recursos y energía. Sin embargo, los programas turísticos suelen dejar de lado otros aspectos, como el control sobre el uso de la leña en el lugar, la disposición de los residuos, y la contaminación de cursos de agua durante las excursiones, entre otros. Además, a menudo tampoco se tienen en cuenta otros efectos negativos, como lo que ejercen los turistas cuando caminan o circulan en bicicleta por sendas embarradas, provocando erosión, o cuando pisotean la vegetación herbácea, reduciendo su tamaño y/o área de cobertura.
Cuando hablamos de infraestructura turística (alojamientos, espacios recreativos, etc.), la gestión de los recursos naturales depende en buena medida de la tecnología. Pero existe también un vínculo directo con esos recursos, del cual depende el futuro de la naturaleza que nos rodea: el modo en que usamos el agua cotidianamente; cómo y dónde construimos nuestras viviendas; qué lugares visitamos y cómo nos comportamos en ellos; cuántos envases utilizamos, y qué hacemos con ellos, etc. Estas conductas fomentan asimismo una reflexión acerca de la ética ambiental de las personas involucradas, que luego pueden actuar como agentes de cambio en otros lugares del mundo.
La tecnología ha contribuido a hacer más armónico nuestro vínculo con la naturaleza. Pero la verdadera armonía depende del ser humano, y de su respeto por las distintas especies que conforman la trama de la vida en el planeta. Sin respeto por los recursos naturales y las diversas formas de vida, el hombre está condenado a sufrir cada vez más las consecuencias negativas de su propia conducta.
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